EL
DERECHO JUDÍO EN LA IGLESIA
Nota:
Mostraré todo el libro cuando lo termine
PREÁMBULO
Después
del año 70 de la era común, tras la destrucción del Templo de Jerusalem, San
Pedro y San Pablo que habían andado por caminos diversos, congregaron la única
Iglesia de Jesucristo (Cf. Misal Romano,
Prefacio de la Solemnidad de San Pedro y San Pablo Apóstol). Esta única
Iglesia tenía el mismo patrimonio y estaban moldeados en su vida cotidiana por
esa misma tradición Judía (Cf. Los Dones
y la llamada de Dios son Irrevocables 14), así se menciona que cuando
Eleuterio asumió el cargo de Obispo de Roma “Eleuterio I” (175 – 189) declaró
que los alimentos impuros del judaísmo quedaban anulados para los cristianos, es
decir, los cristianos observaban kashrut hasta el 180 d.c, aproximadamente (Cf. Mario Javier Saban. Causas y
consecuencias de la ruptura entre el judaísmo y el cristianismo en el siglo II.
Tesis Doctoral en la Universidad de Lleida, 2016 p. 131).
También
observaban la pureza ritual, ya que para el año 165 d.c, sobre vino en todo el
imperio dos grandes epidemias llamadas la “Peste de Antonia”. Los cristianos no se enfermaban, más bien
aumentaba el número de ellos porque tomaron las medidas de higiene para frenar
la epidemia atendiendo a sus enfermos y agonizantes, como también a sus vecinos
paganos abandonados por sus familiares (Cf.
Aharon Cohen. Netilát Yadáim: un precepto divino 2020 p. 4), es decir,
extremaban el lavado de manos (Cf. La
Didajé, la Tradición Apostólica, 41).
Pero
para el año 80 d.c todo empezó a cambiar progresivamente para la única Iglesia
de Jesucristo. En el Evangelio según San
Juan 16, 2 comenta: “Los expulsarán de las sinagogas. Incluso más, llegará un
tiempo en que el que los mate pensará que está dando culto a Dios”.
Muchos
biblistas, teólogos han enseñado que la separación de la Iglesia de la Sinagoga
aconteció bruscamente en el siglo I, incluso algunas opiniones del siglo pasado
y el presente determinaron que se dio hacia el siglo III o IV (Cf. Los Dones y la llamada de Dios son
Irrevocables 16), y que empezó a ejecutarse en el Concilio judío de Yamnia
con el “Birkat haMinim” o “Bendición de los Minim”, que en realidad era una maldición
que iba acompañada con violencia física (Cf.
Talmud de Jerusalem, Misná. Shab. 1,4; Ver. 1,7,3). Esta bendición lo habían insertado en la
oración de Shemoné Esré que se recitaba tres veces al día: “Que los apóstatas
no tengan esperanza y que el reino de la maldad sea desarraigada en nuestros
días. Que los Notzrim “nazarenos” y los Minim desaparezcan en un abrir y cerrar
de ojos. Que sean borrados del libro de los vivos y no sean inscritos con los
justos. Bendito seas tú, Adonai, que abates a los orgullosos” (Cf. Genizah del Cairo; D. Flusser. Das
Schism zwischen Judentum und christemtum, en EuTn 40, 1980, p. 232).
Esta
maldición se dio tras la primera guerra judía contra Roma (66 – 70) d.c
persiguiendo a judíos y cristianos judíos y la destrucción del Templo de
Jerusalem. Por tanto, los judíos y los cristianos perdieron por parte de Roma
la “Lex Lulia de Colegiis”, por eso, que los “apóstatas” se refiere a los
judíos que colaboraron con Roma, “el reino de maldad” se refiere al Imperio
Romano y los “Notzrim y Minim” se refiere a los Cristianos Judíos.
Al
expulsar a los Cristianos Judíos del seno del judaísmo automáticamente quedaban
fuera los Cristianos Gentiles, porque ellos estaban bajo el cuidado de la
sinagoga de los Cristianos Judíos, es decir, como dijo Pablo refiriéndose a los
cristianos “El verdadero judío lo es interiormente” (Romanos 2, 29). Cuando aumentó el número de los Cristianos
Gentiles y se agudizaban las polémicas entorno a la figura de Jesús en la
Comunidad Judía con los Cristianos Judíos, la separación fue inevitable (Cf. Los Dones y la Llamada de Dios son
Irrevocable 16).
Pbro.:
Hernán Díaz - Aharon Cohen.
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