"La Salvación viene de los judíos" (Juan 4,22) "Al judío primeramente y también a las naciones..." (Romanos 1,16). "En cada Cristiano hay un Judío" (Papa Francisco) "Jesús es Judío y lo será para siempre" (Juan Pablo II)

jueves, 7 de febrero de 2019

CAPÍTULO I: EL CUARTO CONCILIO DE LETRÁN DE 1215

CAPÍTULO I: EL CUARTO CONCILIO DE LETRÁN DE 1215

El tribunal del Santo Oficio o Inquisición, fue el sistema punitivo creado en la Edad Media por la Iglesia Católica, con el objeto de combatir todo aquello que pudiera considerarse una herejía. Su oficialización fue decretada en el Concilio IV de Letrán, en el año 1215 por el Papa Inocencio III, quien autorizó a los dignatarios seculares, a ejecutar las sentencias dictadas por los tribunales eclesiástico.(1 )


El Concilio fue una declaración oficial de la Iglesia Romana que se mantuvo por varios siglos hasta que Adolfo Hitler vino al poder.
Las decisiones de este Concilio fueron:
A. Que todos los judíos vistieran en sus ropas un "distintivo" que les distinguiera de todas las demás personas. Esta misma medida fue también adoptada por Adolfo Hitler, quien ordenó a todos los judíos vistieran la "estrella de David" de color amarillo en sus ropas.
B. Que "diezmaran" a la Iglesia Romana. Todos los judíos fueron ordenados a dar sus diezmos a la Iglesia Romana porque ellos no eran dueños de nada y Roma podía confiscarles lo que creyera conveniente.¡Esto no era mas que el control económico, sobre los judíos a través de la ley de Roma El día I-Abril-1933, 60 días después de que Adolfo Hitler había jurado al pueblo alemán que conduciría sus asuntos oficiales imparcialmente y con justicia para todos", declaró un boicot general para todos los negocios de los judíos en el Tercer Reich. Era otro control económico sobre los judíos usando la ley. Los judíos debían pintarse la estrella de David en amarillo sobre sus ropas y enfrente de sus casas para que todos los alemanes boicotearan sus negocios. El día 7-Abril-1933, el Tercer Reich, pasó una ley que hacia que todos los judíos perdieran su trabajo en Alemania. Miles de judíos perdieron sus trabajos de un día al otro. Era otro control económico sobre los judíos a través de la supuesta ley una política que había comenzado con la Iglesia romana.
C. El Tercer Decreto de este Concilio consistió en que "los judíos no podían ocupar ningún puesto público ni tener voz ni voto en ninguna religión". Cuando Adolfo Hitler subió al poder, copió exactamente estos tres decretos de la política de la Iglesia romana.(2)
Pero para el año 1937, todo empieza a cambiar en el ambiente católico. El Papa Pío XI condenó el racismo nazi de manera solemne en la encíclica "Mit brennender Sorge" (4 de marzo de 1937), que fue leída en las iglesias de Alemania en el Domingo de Pasión de 1937, iniciativa que provocó ataques y sanciones contra miembros del clero. El 6 de septiembre de 1938, al dirigirse a un grupo de peregrinos belgas, Pío XI aseguró: "El antisemitismo es inaceptable. Espiritualmente todos somos semitas".

1. Elena Dantas. Fratricidio y Contrición. Breve historia del antisemitismo cristiano. Ed. Authorhouse. Indiana 2005. p. 49.
2. Cf. Ibid. 37-39.
En el Documento de la Comisión Vaticana para las Relaciones Religiosas con el Hebraismo, 16 de marzo de 1998, expresa lo siguiente:
El Papa Juan Pablo II, durante la visita al Mausoleo de Yad Vashem de Jerusalén expresó lo siguiente: “Deploramos profundamente los errores y las culpas de estos hijos e hijas de la Iglesia. Asumimos lo que dijo el Concilio Vaticano II en la declaración “Nostra Aetate” al afirmar de manera inequívoca: “La Iglesia al hacer memoria del patrimonio que tiene en común con los hebreos, y animada por motivos que no son políticos, sino de religiosa caridad evangélica, deplora los odios, las persecuciones y todas las manifestaciones de antisemitismo dirigidas contra los hebreos en todo tiempo y por quien quiera que sea” (Número 4).
Recordamos y asumimos lo que afirmó el Papa Juan Pablo II al dirigirse a los jefes de la comunidad hebrea de Estrasburgo: “Confirmó nuevamente junto a vosotros la firme condena de todo antisemitismo y de todo racismo, pues se oponen a los principios del cristianismo”. La Iglesia católica, por tanto, repudia toda persecución, en cualquier lugar y tiempo, perpetrada contra un pueblo o grupo humano.
Al mirar al futuro de las relaciones entre los hebreos y los cristianos, pedimos en primer lugar a nuestros hermanos y hermanas católicos que renueven la conciencia de las raíces hebreas de su fe. Les pedimos que recuerden que Jesús era un descendiente de David; que del pueblo hebreo nacieron la Virgen María y los apóstoles; que la Iglesia se sustenta de las raíces de ese buen olivo al que están injertadas las ramas del olivo salvaje de los gentiles (Cf. Romanos, 11, 17-24); que los hebreos son nuestros queridos y amados hermanos, y que, en cierto sentido, son auténticamente “nuestros hermanos mayores”.
Al final de este milenio, la Iglesia católica desea expresar su profundo pesar por las faltas de sus hijos y de sus hijas en todas las épocas. Se trata de un acto de arrepentimiento ("teshuva"): como miembros de la Iglesia, compartimos, de hecho, tanto los pecados como los méritos de todos sus hijos. La Iglesia se acerca con profundo respeto y gran compasión a la experiencia del exterminio, la “Shoah”, padecida por el pueblo hebreo durante la segunda Guerra Mundial. No se trata de simples palabras, sino de un compromiso que vincula. “Correremos el riesgo de hacer morir de nuevo a las víctimas de las muertes más atroces, si no tenemos la pasión de la justicia y si no nos comprometemos, cada uno según sus propias capacidades, en hacer que el mal no prevalezca sobre el bien, como sucedió en relación con millones de hijos del pueblo hebreo? La humanidad no puede permitir que esto vuelva a suceder de nuevo”.(3 )
Por lo tanto todos los cristianos “DEBEMOS RECORDAR. Pero deseamos recordar con una finalidad, a saber, para asegurar que no prevalezca nunca más el mal, como sucedió con millones de víctimas inocentes del nazismo.
¿Cómo pudo sentir el hombre un desprecio tan hondo por el hombre? Porque había llegado hasta el punto de despreciar a Dios. Sólo una ideología sin Dios podía planear y llevar a cabo el exterminio de un pueblo entero.
El honor que el Estado de Israel ha tributado a los "gentiles justos" en el Yad Vashem por haberse comportado heroicamente para salvar a judíos, a veces hasta el punto de dar su vida, es un reconocimiento de que ni siquiera en la hora más oscura se extinguieron todas las luces. Por eso los Salmos, y toda la Biblia, aunque son conscientes de la capacidad humana de hacer el mal, también proclaman que el mal no tendrá la última palabra. Desde el abismo del dolor y el sufrimiento, el corazón del creyente grita: "Yo confío en ti, Señor, te digo: "¡Tú eres mi Di-s!"" (Sal 31, 14).
3. Cf. Nosotros recordamos: una reflexión sobre la Shoah (Sobre el holocausto nazi; 16.III.98)
Judíos y cristianos comparten un inmenso patrimonio espiritual, que deriva de la autorrevelación de Dios. Nuestras enseñanzas religiosas y nuestra experiencia espiritual exigen que venzamos el mal con el bien. Recordamos, pero no con deseo de venganza o como un incentivo al odio. Para nosotros, recordar significa orar por la paz y la justicia, y comprometernos por su causa. Sólo un mundo en paz, con justicia para todos, puede evitar que se repitan los errores y los terribles crímenes del pasado.
Como Obispo de Roma y Sucesor del apóstol Pedro, aseguro al pueblo judío que la Iglesia católica, motivada por la ley evangélica de la verdad y el amor, y no por consideraciones políticas, se siente profundamente afligida por el odio, los actos de persecución y las manifestaciones de antisemitismo dirigidos contra los judíos por cristianos en todos los tiempos y lugares. La Iglesia rechaza cualquier forma de racismo como una negación de la imagen del Creador inherente a todo ser humano (cf. Gn 1, 26).
En este lugar de solemne recuerdo, oro fervientemente para que nuestro dolor por la tragedia que ha sufrido el pueblo judío en el siglo XX impulse a nuevas relaciones entre cristianos y judíos. Construyamos un futuro nuevo en el que ya no existan sentimientos antijudíos entre los cristianos o sentimientos anticristianos entre los judíos, sino más bien el respeto mutuo exigido a quienes adoran al único Creador y Señor, y consideran a Abraham su padre común en la fe (cf. Nosotros recordamos: una reflexión sobre la "Shoah", V)
El mundo debe tener en cuenta la advertencia que nos llega de las víctimas del Holocausto y del testimonio de los supervivientes. Aquí, en el Yad Vashem, la memoria sigue viva y arde en nuestras almas. Nos hace clamar: "Oigo el cuchicheo de la gente, y todo me da miedo (...). Pero yo confío en ti, Señor, te digo: "¡Tú eres mi Di-s!"" (Sal 31, 13-15).” (Discurso de Juan Pablo II durante la Visita al Mausoleo de Yad Vashem de Jerusalén. Jueves 23 de marzo).

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