El Trono de YHVH y el arca del
Testimonio
En
el siglo XX, entre el año 1947 y 1956 se encontraron en el Desierto de Judá
próximo a Qumrán unos 25000 fragmentos de manuscritos, construyendo unos 900
documentos y un cuarto de ellos fueron copias de la Biblia Hebrea, faltando
solamente los libros de Nehemías y Esther (Cf.
Dr. Adolfo Roitman, en la Semana de los Rollos del Mar Muerto; J. Vanderkam u
P. Flint, the Meanig of the Deud Sea Scroih. New York 2004, p. 150).
Uno
de los documentos más enigmático para los arqueólogos y científicos, fue aquel
que encontraron, único en su clase, escrito en láminas de cobre, formada por
tres placas unidas entre sí, escrito en hebreo, pero distinta del hebreo
misnáico. Este documento presenta códigos de supuestos tesoros escondidos,
sobre todo letras emblemáticas escritas en griego, que hasta el día de hoy
continúan siendo un misterio, y que posiblemente, según los códigos que he
utilizado usando “los cuatro lentes de visión”, nos conduzcan al paradero del
arca.
Su
datación está entre los años 40 y 70 del siglo I d.C. otros datan en el siglo
II d.C, año 130 d.C, durante la revuelta de Bar Kokbá. Por tanto, la mayoría se
inclina al año 68 del siglo I.
Este
documento está escrito en un lenguaje coloquial, reflejando así grandes errores
del copista en la que es difícil distinguir ciertas letras, además se
encuentran letras mayúsculas en griego al final de algunas líneas de las cuatro
primeras columnas.
Es
de saber, que las fuentes que utilizo a lo largo de este artículo muestra el
camino hacia el tesoro como si fuera un mapa de piratas que lamentablemente
muchos arqueólogos y científicos han seguido al pie de la letra.
Como
en Qumrán, los tesoros y documentos originales están escondidos en cuevas, pero
el enigma son las letras mayúsculas griegas de las cuatro primeras columnas. Es
evidente que está indicando el gran tesoro perdido del templo “el arca de la
alianza”.
En
Qumrán se encontraron en escritura griega el tercer libro de los Macabeos: El
triunfo de la oración y la fidelidad y el cuarto libro de los Macabeos: La
verdadera filosofía está en la Toráh. (Cf.
B. Z. Luria, El Rollo de Cobre del Desierto de Judá. Jerusalém 1963. 3Q15. P.p.
211-302). El 1ro y 2do de Macabeos sólo se encuentra en el Canon católico y
es en el 2do libro de los Macabeos donde se da instrucción de su paradero, pero
confundiendo al lector, porque también juega con efectos visuales, no es como
se indica.
“Y
sucederá que, cuando se multipliquen y fructifiquen sobre la tierra, en
aquellos días – oráculos de YHVH – no dirán ya: “¡Ah, el arca de la alianza de
YHVH!” No se acordarán ya de ella, se les irá de la memoria, ni la echarán de
menos no harán otra. En aquel tiempo será llamada Jerusalém trono de YHVH, y se
congregarán en torno a ellas todas las gentes en el nombre de YHVH, a
Jerusalém,… en aquellos días vendrán juntamente la casa de Judá y la casa de
Israel, juntas vendrán de la tierra del septentrión a la tierra que di en
heredad a vuestros padres” (Jeremías 3,
16-18).
El
primer indicativo es el Trono de YHVH, por lo cual sigue escondida en las
profundidades del Monte Moriam, (Cf.
Simons, Jake Wallis. El Telégrafo. Consultado el 31 de diciembre de 2014. “El
verdadero el arca del testimonio está
oculto a un kilómetro de aquí, en cámaras subterráneas creadas durante la época
de Salomón”), cumpliéndose ser Jerusalém el “Trono de YHVH”, cuya presencia
de Dios se vivía estando cerca del arca: “cuando Moisés entraba en el
tabernáculo de la reunión para hablar con YHVH, oía la voz que le hablaba desde
encima del propiciatorio puesto sobre el arca del testimonio, entre los dos
querubines; así le hablaba YHVH” (Números
7, 89).
Para
la era apostólica siglo I d.C, se recordaba para enseñar, fortalecer la fe,
pero se mantenía en el olvido, porque desde siglos no sabían de su paradero, es
así que no había nada más que decir. Esta carta a los Hebreos tiene algunos
datos de la comunidad de Qumrán como “Melquisedec, el Templo, entre otros” como
el arca de la alianza uno de los tesoros perdidos: “Después del segundo velo,
otra estancia del tabernáculo, que se llamaba el Santo de los Santos, en el que
estaba el altar de oro de los perfumes y el arca de la alianza, cubierta toda
ella de oro, y en ella un vaso de oro que contenía el maná, la vara de Aharon,
que había reverdecido, y las tablas de la alianza. Encima del arca estaban los
querubines de la gloria, que cubrían el propiciatorio, de los cuales nada hay
que decir en particular” (Hebreos 9,
3-5).
Esto
significa que el término Jerusalém cumpliría su efecto “Ciudad de la Paz”, a
pesar de largas guerras que ha tenido por milenios siempre proyectará “Shalom -
paz”. El papa Francisco cuando viajó a Jerusalém expresó que dentro de los
muros sintió paz y esa paz lo envolvió hasta que regresó a Roma. Así lo
manifestó San Juan en una de sus visiones: “Se abrió el templo de Dios, que está
en el cielo, y dejóse ver el arca del Testamento en su templo, y hubo
relámpagos, y voces, y rayos, y un temblor, y granizo fuerte” (Apocalipsis 11, 19; Mt 27, 51; Mc 15, 38;
Lc 23, 45b).
Este relato hace alusión a la teofanía de YHVH
en el Monte Sinaí, cuando se les estaba dando las tablas del testimonio (Cf. Éxodo 19, 18-19), esta misma
teofanía se proyectó cuando la sangre que brotó del corazón de Jesús, cayó a
tierra del Monte Moriáh, donde está el arca del testimonio, siendo el Trono de
Dios y lugar, donde YHVH había tomado “polvo – tierra” para crear a Adán, y al
desobedecer los arrojó a la tierra de la que lo había tomado (Cf. Gn 3, 23).
Otras
imágenes que proyecta el arca del testimonio son los querubines que sellaron el
paso hacia el jardín del Edén para que no accedieran al Árbol de la vida (Cf. Gn 3, 24), perfecta imagen de lo
que sucedería, que toda Jerusalém sería el Trono de YHVH, ya que en el Santo
Sepulcro, lugar cercano donde fue crucificado, se presentaron dos querubines (Cf. Jn 20, 1-10; Mt 28, 2-7; Mc 16, 1-8;
Lc 24, 1-12).
Por
tanto, el arca del testimonio continúa en ese lugar hasta que YHVH disponga el
tiempo de ser descubierta nuevamente y la tribu de Judá y de Israel vivan como
los tiempos antiguos y toda nación presencie lo que Dios proyectó para toda la
humanidad.
El
secreto de su aparición se encuentra en un libro judío que ellos reconocen que
fue escrito primeramente en hebreo, pero que no está contenido en el canon
judío, porque está escrito en griego el II libro de los Macabeos y que se
conserva únicamente en la Iglesia Católica.
“También
en documentos está escrito que el profeta, por revelación divina, mandó que le
siguiesen con el tabernáculo y el arca, y salió hasta el monte donde había
subido Moisés para ver desde allí la heredad de Dios. Llegado a él, Jeremías
halló una gruta a modo de estancia, en la cual introdujo el tabernáculo, el
arca y el altar de los perfumes, sellando enseguida la entrada. Algunos de los
que le acompañaron vinieron luego para poner señales en el camino, a fin de
poder hallarlo después. Más así que Jeremías lo puso, los reprendió,
diciéndoles: “Este lugar quedará desconocido hasta que Dios vuelva a congregar
a su pueblo y tenga de él paradero de estas cosas, aparecerá su gloria, y
asimismo la nube, como se manifestó al tiempo de Moisés y cuando Salomón pidió
que el templo fuese gloriosamente santificado”. También allí se cuenta cómo el
rey sabio ofreció el sacrificio de la dedicación y terminación del templo; y
que así como, cuando Moisés oró al Señor, descendió fuego del cielo que
consumió el sacrificio, así también, orando Salomón, descendió fuego y consumió
el holocausto. Y dijo Moisés: “Por no haber sido comido el sacrificio por el
pecado, fue consumido por el fuego”. También Salomón celebró la fiesta por ocho
días” (II Macabeos 2, 4-12).
Si
analizamos bien el texto con los cuatro lentes de visión, veríamos que todo
está indicando al lugar donde ocurrieron grandes acontecimientos desde Adán “El
Monte Moriah”, lugar donde se llevaba a cabo estos tres testigos: “Porque tres
son los que testifican: el Espíritu, el agua y la sangre, y los tres se reducen
a uno sólo” (1 Jn 7, 8).
Estos
tres testigos se necesitan una de otro para dar vida eterna, salvación a la
humanidad y una vez al año, en Yom Kippur (día del perdón de los pecados), el
Sumo Sacerdote entraba a una “mikve” (Cf.
Levítico 16, 24; Meguilá 27ª, Meshiv Davar 2, 45) piscina ritual donde se
sumergía y salía como un hombre nuevo “vida eterna”, es decir, salir con vida,
esta agua debía ser pura de lluvia, de pozo, de río o manantial (Cf. Levítico 11, 36) para luego ir a
derramar la sangre en el arca del testimonio (Cf. Hebreos 9, 6-7; 10, 19-20; Juan 3,16) y de esta manera todos
quedaban limpios, salvado de todo pecado. Esto sucedió en la cruz con los tres
testigos, el cual Jesús nos dio vida eterna, dando salvación a toda la
humanidad (Cf. Jn 19, 34; 1 Jn 3,
11-12). Por tanto, se ven los tres testigos y sabemos que biológicamente
tanto la sangre y el agua del corazón de Jesús fue pura.
El
arca del testimonio dio su último efecto el día de la crucifixión de Jesús. Y
ese mismo año en Yom Kippur, YHVH mostraba através de una cinta escarlata, si
salvaba o no a su pueblo, se sabe que desde ese entonces jamás mostró el perdón
de los pecados del pueblo por la tal cinta escarlata, porque ya Jesús había
derramado su sangre en el Monte Moriah, “El Trono de YHVH”: “Todos los pecados
son perdonados, en este día, las manchas del alma y del cuerpo, todas ese día.
Di-s hace penitencia por Israel y los purifica de todos sus pecados y no son
acusados ante Él. En este día el sacerdote, hace penitencia por él y por su
casa y por los sacerdotes y por todo Israel. Y sabían, por una cinta escarlata,
si el sacerdote había tenido éxito. Se sabía si el color de la cinta cambiaba a
blanco, que había júbilo en lo alto y en lo bajo, sino, todos quedaban
acongojados, sabiendo que su oración no había sido aceptada” (Zohar Vayikrá, sección 3, abreviado).
El
Talmud es el que suministra el tiempo de este gran acontecimiento, que dejó de
ocurrir el año 30 e.C, precisamente cuando fue crucificado Jesús el Nazareno,
que al mismo tiempo se rasgó en dos la cortina del Templo (Cf. Mc 15, 37-38).
“Originalmente,
se acostumbraba amarrar la cinta escarlata en la parte de afuera de la puerta del
Templo. Si no se volvía blanca el pueblo se entristecía. Por cuarenta años
antes de la destrucción del Templo la cinta nunca se volvió blanca, sino que
permanecía roja” (Rosh Hashanáh 31b.
Yoma 39b; Aharon Cohen Tapiero. Rabí – Maestro, Venezuela 2008, p 63).
La
salvación empezó a brillar cada ocho días en la comunidad judeocristiana
naciente día de la resurrección del Señor, así como se recuerda en aquel
documento donde el gran rey sabio Salomón ofreció el sacrificio de la
dedicación y terminación del templo por ocho días (II Macabeos 2, 9-12). También la purificación del templo que los
extranjeros lo habían profanado, celebraron con regocijo ocho días de fiesta (Cf. II Macabeos 10, 6; Levítico, 23,
36-44; Números 29,35; Nehemías 8,18;). Por tanto, esto hace alusión al
primer día de la creación, cuando el Eterno dijo que se hiciera la Luz “Y llamó
Dios a la luz día, y a la oscuridad la llamó noche. Y atardeció y amaneció: día
primero” (Génesis 1,5). Por lo
tanto, la primera Génesis comenzó un domingo en el calendario gregoriano (Cf. Shemó Éxodo 40, 2.12). Así
entramos al definitivo descanso sabático como dice el documento “Dies Domini”
del Santo Padre Juan Pablo II de feliz memoria en su numeral 8: “En el Nuevo
Testamento recibe una nueva luz, la del definitivo “descanso sabático” (Cf. Hebreo 4,9) en el que Cristo mismo
entró con su Resurrección y en el que está llamado a entrar el pueblo de Dios,
perseverando en su actitud de obediencia filial (cf. Hb 4, 3-16). Es necesario, pues, releer la gran página de la
creación y profundizar en la teología del “sábado”, para entrar en la plena
comprensión del domingo”.
Como
vemos el arca del testimonio perdió su efecto, dando paso al sacrificio de
Acción de Gracias: Así comenta el Midrash: “En el futuro por venir, todas las
ofrendas de sacrificios, serán abolidas, menos las ofrendas de acción de
gracias; todas las oraciones serán abolidas, menos las oraciones de
agradecimiento” (Vayikrá Rabá 27:12,
9:7).
Y
también el Talmud dice: “…Dijo Dios: en este mundo, un sacrificio efectuó la
expiación de ellos (el Pueblo Judío), pero en el Mundo Venidero perdonaré
vuestros pecados sin sacrificios…” (Tanhuma
Shemini, párrofo 10).
Estos
textos están señalando que sólo perdurará el sacrifico de “Acción de Gracias”
que en griego se dice “Eucharistia”, es decir “Eucaristía – Acción de Gracias”,
el Altar de la Cruz donde se confecciona el Pan Eucarístico. Por tanto, el
kabalista Rashi comenta que sólo quedaría el “Korban Todah – Ofrenda de acción
de gracias” el cual, cuatro tipos de personas están obligados a agradecer a
Di-s. Estas personas simbolizan la humanidad que viene de los cuatro puntos
cardinales de la tierra para la “Acción de Gracias”, la Eucaristía al encuentro
con el Mashiaj la Luz del Mundo y ser así liberados del pecado. También dice
Rashi, que no se trata de sacrificios de animales, sino de vino que se vierte
sobre el altar. (Cf. Misnah Beruna
1,14). Sin duda que está señalando que todas las korbanot se volverán
abolidas en los tiempos del Mashiaj, con excepción del “Korban Todá”. (Cf. Aharon Cohen Tapiero. Rabí – Maestro,
Venezuela 2008, p 65).
El
arca del testimonio será hallada en su debido momento y cuando llegue ese día,
el pan “matzá” eucarístico que se encuentra en el lugar santísimo, llamado
también tabernáculo ocurrirán milagros como en tiempos de antaño que llegarán a
todas las naciones porque Jesucristo es “la Torá viviente de Dios” (Cf. Los Dones y la llamada de Dios son
irrevocables 29).
Pbro.: Hernán Díaz – Aharon Cohen Tapiero.
En el amor al Mashiaj.
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YESHUA HAMASHIAJ