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miércoles, 19 de agosto de 2020

Comentario al Evangelio del XX Domingo Ordinario, Ciclo A. Evangelio de Mateo 15,21-28.

 

Comentario al Evangelio del XX Domingo Ordinario, Ciclo A.
Evangelio de Mateo 15,21-28.
 
Yeshúa y sus talmidim (discípulos) se encuentran en los territorios de Tiro y Sidón, en Fenicia, tal vez descansando de su misión en Israel, aunque los Evangelistas no nos lo dejan claro.
 
En eso, aparece una mujer de Qenaán (Canaán). Cabe mencionar que los qenaanim (cananeos) son de los peores enemigos de Israel, ya que a lo largo de su historia han contaminado al pueblo del Eterno con la idolatría, el politeísmo y sus prácticas, por lo cual, son muy mal vistos.
 
La qenaanit (cananea) pide con insistencia a Yeshúa que sane a su hija, la cual es atormentada por un demonio.
La mujer grita, pero Yeshúa la desoye. Los talmidim, hartos, piden a HaRab miNatzrat (el Maestro de Nazaret) que atienda las súplicas de la mujer, pero Yeshúa se muestra indiferente, pues ha sido enviado solo a los judíos.
 
¿Por qué Yeshúa se comporta así? Porque así se comportaría todo rabino que se precie de serlo. Esta es la única vez que procede como un judío promedio de su época. Sin embargo, cabe mencionar que está en territorio pagano, por lo cual, no puede actuar igual que en Israel.
 
La mujer, desesperada, se pone delante de Él y se arrodilla, e insistiendo, le dice: "¡Adonai, ayúdame!", a lo cual responde Yeshúa: "No está bien tomar el pan de los hijos y dárselo a los perritos..." Es bien sabido que los judíos solían llamar despectivamente a los paganos "perros", debido a que estos animales solían comer carroña, e incluso escarbaban en la tierra y se comían la carne de los cadáveres enterrados a ras del suelo. Para Israel, el qenaanit, por ser un idólatra con prácticas supersticiosas, era de lo peor, y por tanto, inmundo, como los perros, e intocable.
 
Pero Yeshúa se suaviza. Esta vez da sus razones: sus milagros son para los hijos (Israel), no para los "perritos" (paganos). En vez de decir "perros", dice "perritos", ahora lo dice con afecto, pues su corazón se enternece ante la insistencia de la mujer, quien le responde: "Sí, Adonai, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos...", que en buen español sería: "sé que tus milagros son para Israel, pero, si tienes ahí algo para esta indigna pagana, lo acepto..."
 
Yeshúa, enternecido ante una fe tan grande, se inclina y levanta el rostro de la mujer. Su fe, al igual que Naamán en el libro Segundo de Melajim (Reyes), el general sirio leproso, ha convencido a YHVH, y decide actuar, inaugurando así la misión a los gentiles, y le dice: "mujer, tu fe es muy grande. Se hará como lo pides".
Y al instante, la hija de la qenaanit quedó sana...
 
La fe de esta mujer doblega el corazón de Yeshúa, y con su terca insistencia consigue el milagro que busca para su hija. Junto con el centurión romano, de quien sanó a su criado, son las únicas personas de las cuales Yeshúa reconoce la grandeza de su fe, pues ellos, que eran "indignos" de recibir un milagro, tuvieron una fe humilde pero inquebrantable, haciendo que Yeshúa dibuje una sonrisa en su rostro en medio del rechazo por parte de las autoridades judías, demostrando a su vez que YHVH no solo es Dios de Israel, sino de todo el mundo.
 
Pidamos a Hashem que nos conceda tener una fe y una esperanza como las de esta mujer, firme y humilde, para enternecer su corazón y recibir las peticiones de nuestro corazón.
 
- Abbir ben Ismael.

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